El cine, al igual que la lectura, es un hábito que se cultiva. No basta con que los niños y jóvenes estén rodeados de pantallas para que se conviertan en verdaderos espectadores. Hace falta algo más: una educación emocional, estética y crítica que, como tantas otras cosas, comienza en casa. Así como leemos cuentos a nuestros hijos para fomentar el amor por los libros, también deberíamos ver películas con ellos para despertar en su interior la pasión por el cine.
A menudo se demonizan las pantallas, como si fueran por sí solas responsables de todos los males que aquejan a las nuevas generaciones. Pero el problema no está en la pantalla, sino en el uso que hacemos de ella. Una tableta puede ser una puerta a un mundo de creatividad y reflexión si en ella se proyecta una buena película, una historia bien contada, una mirada distinta sobre la vida. De igual modo, puede convertirse en una fábrica de distracciones efímeras si solo sirve para consumir vídeos de diez segundos en TikTok o reels vacíos en Instagram.

Y aquí está el desafío: una juventud acostumbrada a ese tipo de contenidos instantáneos y fragmentados puede encontrarse incapacitada para seguir el ritmo de una película. Les cuesta sostener la atención, conectar con la narrativa, empatizar con los personajes. En definitiva, les cuesta mirar. No ver, que lo hacen constantemente, sino mirar, es decir, detenerse, observar, implicarse. Y ese es un ejercicio que debe enseñarse.
El verano, con su ritmo más pausado y su aire de libertad, es una oportunidad magnífica para integrar el cine en las actividades familiares y juveniles. Ver una película juntos puede convertirse en una experiencia compartida, en un diálogo intergeneracional, en una semilla que germinará con el tiempo. Pero no se trata solo de poner una película y dejar que cada cual la interprete (o la ignore) a su modo. Se trata de enseñar a ver cine: hablar sobre lo que se ha visto, comentar una escena que emocionó, debatir sobre el final, analizar un personaje. Enseñar a ser espectadores.

Así como hay que enseñar a leer –más allá de reconocer letras–, hay que enseñar a mirar cine. A reconocer un plano, una metáfora visual, una elipsis narrativa. A entender que el cine no es solo entretenimiento, sino también arte, lenguaje, memoria, emoción y pensamiento.
Los padres, los docentes y los mediadores culturales tienen en sus manos una herramienta poderosísima. Porque quien aprende a mirar cine con atención, también aprenderá a mirar la vida con otros ojos. Y eso, en estos tiempos de prisa, distracción y consumo inmediato, es más necesario que nunca.
Hoy para reflexionar contamos con Kike Díaz Filólogo, guionista, productor y director de la escuela de verano Minechaplin y con Pablo y Helena que nos contran su vision sobre el tema
CINE DE ESTRENO
28 AÑOS DESPUES

2025 REINO UNIDO 125 MINUTOS Danny Boyle TERROR
NE SHAZ 2

2025 CHINA 143 MINUTOS Yu Yang ANIMACIÓN
VIRGENES

2025 ESPAÑA 87 MINUTOS Álvaro Díaz Lorenzo COMEDIA
LO QUE QUISIMOS SER

2024 ARGENTINA 94 MINUTOS Alejandro Agresti COMEDIA DRAMA
ESTRENO ESPECIAL
BLOSSOMS SHANGHAI

2023 CHINA SERIE Wong Kar-Wai, DRAMA